Un saber ancestral que borda identidad
El bordado de Zuleta constituye un saber ancestral transmitido de generación en generación, principalmente de madres a hijas, mediante la práctica cotidiana y la enseñanza oral. Este proceso intergeneracional ha permitido la preservación de técnicas propias y significados culturales que convierten a cada puntada en un símbolo de memoria y pertenencia.
Las niñas aprenden desde temprana edad, estableciendo un lazo afectivo y formativo con sus mayores, lo que asegura la vigencia y continuidad de este patrimonio vivo.
Fuerza comunitaria y resiliencia cultural
Más allá de su dimensión estética, los bordados de Zuleta cumplen un papel esencial en el fortalecimiento comunitario. Las mujeres bordadoras se organizan en talleres y asociaciones, generando espacios de cooperación, transmisión de conocimientos y desarrollo económico local.
Los motivos, inspirados en la naturaleza y en el entorno andino, reflejan la cosmovisión y el arraigo territorial de la comunidad. Esta práctica es, al mismo tiempo, una expresión de resistencia y afirmación cultural frente a los cambios sociales, demostrando su capacidad de resiliencia y adaptación.