Rostros y lugares de entonces, colección Benjamín Rivadeneira

Toda imagen captada y convertida en una obra, agita una historia. Y su lectura modifica una visión de la reaidad, esclarece los aspectos oscuros de una historia, de nuestra historia. Por tanto, frente a la imagen, más allá de la información, se nos exige una lectura, un desciframiento, desata una capacidad de ver y, por tanto de conocer, de trasladar al presente los elementos que componen un pasado, generando un “conflicto” de visión que se resuelve en la interpretación de la obra fotográfica. Conflicto en la medida en que nos confronta con una determinada realidad en el pasado. La fotografía es “un vehículo de la memoria”, es un receptáculo de memoria. Hay memoria en el sentido de permanencia y actualidad del no olvido que consagra la fotografía.